sábado, 9 de marzo de 2013

España es pequeña

España es un país lleno de prejuicios, eso lo sé desde hace algún tiempo, cuando, le contaba a Emma, en los días de hace más de diez años en que nos conocimos yo no podía encontrar una mujer en las noches de los bares, cuando las buscaba, que abrieran la boca para hablar y yo no saliera huyendo despavorido con cualquier excusa. A mí la visión limitada del mundo que adquieren las personas después de una férrea socialización me da espanto, y sé que las instituciones educativas tienen algo que ver con esto, pero también y sobre todo la sociedad española, que está siempre muy orgullosa del terruño, que transmite a sus generaciones futuras el valor inviolable de que el pueblo donde uno ha nacido es lo mejor que hay en el planeta. Pero sobre todo: que esta realidad no tiene que ser verificada: es un insulto a la propia genética poner en duda semejante certeza. Que mientras más estrechos sean los límites de la experiencia mejor.

Ya sé que esto no es así del todo, nada es blanco o negro en relación con los seres humanos o los grupos que forman, pero se da la circunstancia que la España que no es pequeña, la España grande, es la que se va fuera, la que es capaz de mirar la realidad con ojos prestados, que es como lo miran los otros. Entonces España se les queda pequeña y se quedan fuera, porque este país es un pueblo pequeñito en el que todo el mundo cree que a uno lo conocen y lo que uno hace es en función de la mirada crítica de los demás.

A mí no me da pena que se vayan los científicos ni los jóvenes. Me alegro, porque esa España, la que está fuera, es la España universal. No sé, y lo dudo, que puedan cambiar a los que estamos dentro, ni el funcionamiento arcaico de nuestras instituciones. Pero los cambios individuales valen tanto como los colectivos. Estoy con ellos.


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