viernes, 21 de diciembre de 2012

El fin del mundo

El fin del mundo ocurre cada vez que una familia se queda sin casa y la madre se tira por el balcón. O cada vez que un loco entra en una escuela infantil armado con unas cuantas armas legales y mata a 20 niños. O cuando uno sale del hospital con un diagnóstico terminal, teniendo que pensar si pasa el laberinto vomitivo de la quimioterapia o prefiere morir como toda la vida, muriendo y ya está. El fin del mundo ocurre cada vez que el mundo se acaba para alguien, y el mundo puede acabar para una madre cuando pierde a su hijo, o para un hijo cuando pierde a su madre, o...

En el día del fin del mundo yo prefiero acordarme de todas las personas que están perdiendo libertades conseguidas durante muchos años, acordarme de tantos seres inútiles cuya simple ascendencia familiar les hace tener un puesto gerente en multinacionales de gran renombre, acordarme de tantas personas sin casa, que deambulan diariamente por las ciudades europeas buscando el asilo de un techo circunstancial para pasar la noche y resguardarse de la nieve, cuyo error fue confiar en su puesto de trabajo, acordarme de nuestra amiga S., cuya casa se va a subastar en febrero de 2013 y cuyo resultado no va a ser a devolver, sino a pagar 50.000 euros que no tiene ni va a tener nunca.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Uno se muere de pronto

Lo olvido siempre: que uno se muere de pronto, sin apenas esperarlo, y la muerte no entiende de hijos pequeños o de facturas sin pagar o de hipotecas o de familias perdidas en un limbo o un estado de shock que a veces dura todo el resto de la vida de los que quedan vivos, porque los vivos siempre nos olvidamos de que vivir es algo que se tiene durante un tiempo que uno nunca sabe cuándo va a durar, si un día o unos años o unos decenios.

Mi alumna N., de diez años, se ha quedado de pronto sin padre. Y ha vuelto a clase, dos días después, en perfecto estado de shock. ¿Cómo estás?: bien. ¿Y mamá, cómo está?: bien. (La mamá está con orfidal, ¿quién no está bien con orfidal?).

Mi compañera I. tuvo el fin de semana a su hermano y a su cuñada, cuarentones, llenos de vida. Ella tenía unas manchitas en la piel, pero estaba tomando un medicamento cuyos efectos secundarios eran manchas en la piel. Durante la semana, cuando volvieron a Segovia, se sintió mal. Fue al hospital y el diagnóstico, leucemia, tardío, sólo le dio para un día más de vida.

En estas mismas fechas en las que se acerca la navidad y queremos estar juntos, en familia, un niño de Cenicientos tuvo un ataque de asma jugando al fútbol en la calle y se murió en el helicóptero que lo llevaba a un hospital de Madrid. En otro diciembre de otro año, un niño inglés de Málaga bajaba una calle con su monopatín cuando un coche lo mató de inmediato.

Lo olvido siempre: uno se muere de pronto, y lo que deja, cuando eso ocurre a destiempo, es un desastre de vivos que no son capaces de encontrar un sentido, un sendero, nada. Sólo pastillas.

martes, 11 de diciembre de 2012

Otros funcionarios

Otros funcionarios son diferentes. Te cuentan su vida, por ejemplo, o tienen el don de la empatía, algo que uno solo espera de algunos psicoanalistas en estos tiempos, la verdad sea dicha, porque en estos tiempos de dureza no se espera nada de nadie salvo el saqueo sin discriminación, como es el caso del ministerio de hacienda, que primero embarga y luego pregunta, aunque siempre culpando al embargado, porque el desconocimiento de la ley no exime su cumplimiento. Me acuerdo en estos casos del pobre cabrero que venía de la Sierra Nevada de su vida entera habiendo recogido unas matas de manzanilla para su mujer que le pararon unos civiles y le multaron con unos doce mil euros que nunca llegaría a tener. El pobre respondió que él toda la vida había hecho eso, mire usted. Y ellos le dijeron eso del eximir y del cumplimiento: o sea, que a pagar o a embargar.

Hay funcionarios diferentes, pero me gustaría a mí que los funcionarios diferentes fueran la norma, y que no tuviera uno que escribir sobre sus compañeros de infortunio, sobre todo en estos tiempos en que se nos niega la paga extraordinaria.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Funcionarios

A nadie le gusta un funcionario de ventanilla, o de hacienda, que es lo mismo, un funcionario de sueldo bajo, sin paga extra, que te lo hace pasar fatal el rato que estás delante de él, no ya en una ventanilla, pero sí detrás de un mostrador o una mesa. Hay funcionarios buenos y hay otros insensibles al dolor ajeno. Abundan más los segundos, están muy acostumbrados a ver llorar a la gente que se queda sin vivienda, o se queda sin dinero, están muy acostumbrados a aplicar la normativa de manera estricta.

Lo peor es cuando uno se da cuenta de que las cosas funcionan de manera distinta con personas distintas. Lo que en la administración de hacienda de Vinateros era imposible de realizar "hasta dentro de una semana por lo menos", en Guzmán el Bueno era algo tan simple como dar a una ventana de la pantalla que dice "imprimir".

Hay funcionarios de mala cara que te llaman por teléfono para decirte que no pueden enviarte por correo postal lo que has solicitado porque la normativa dice que no se puede hacer. Hay funcionarios que cuesta imaginarlos en la cama, o durmiendo junto a otro ser humano, o criando a unos hijos, sobre todo porque uno piensa que ese tipo de seres debe ir condenándose a la extinción, pero se perpetúan de manera asombrosa y son capaces de adaptarse desde autarquías absolutas a democracias liberadoras. Son ese tipo de funcionarios los que, aplicando la normativa, no dudarían en meternos en unos campos de concentración en un futuro, o darle al botoncito que pone en funcionamiento el rociado de gas a las personas desnudas y amontonadas que esperan una ducha mirando con temor hacia el techo. Ojalá me equivoque.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Tiempo sin tiempo

Tiempo sin tiempo es lo que necesitamos los que tenemos hijos pequeños. Aquí coincidimos todos, en contemplar una serie de horas por delante con la tranquilidad de no ser necesarios para otros, de no ser necesitados con la urgencia con la que nos requieren los hijos pequeños. A tanto nos acostumbran al requerimiento, que cuando llegan a adolescentes y no quieren saber nada de nosotros lo pasamos fatal: hasta la medicación. Yo siempre dispongo de un par de cajas de Myolastan, por si las moscas.

Total, que esta mañana, con las prisas de un domingo con una hora y media subí el cerro Monterredondo buscando níscalos imposibles, pues antes de mí vi las trazas de otros muchos que habían pasado antes, el sábado, supongo. Desde la cumbre la montaña de Navacerrada y el puerto de Cotos se ve de un modo espectacular y blanca, y a esa hora dominguera, cuando los únicos despiertos son los cazadores de la dehesa, que uno oye los disparos a medida que sube el cerro y suda a dos grados bajo cero, y las vacas, por cierto, o los toros, que no pastan, sino que siguen con la costumbre veraniega de comer hojas de chaparro, uno se siente indiscutiblemente único y agradecido, aunque no haya dormido apenas tres horas interrumpidas por vómitos y llantos y cambios de sábanas y de luces encendidas y de llantos y de nanas cuyas letras uno olvida al tiempo de terminar de cantarlas. Uno se siente dichoso y heroico con la única seta recogida en la cesta, porque uno ha llegado a la cumbre del cerro, y ahora tiene apenas veinte minutos para bajarla si quiere llegar a las diez a casa. Tiempo sin tiempo es lo que uno necesita cuando tiene niños pequeños. Tiempo para buscar las setas con atención y concentración y sin prisa. Que es como hay que vivir la vida.




lunes, 26 de noviembre de 2012

Los ciervos

Ya es la segunda vez que viajo entre semana en tren entre las estaciones de Pitis, en el Norte de Madrid, y Las Rozas, camino de Collado Mediano, pero sólo esta segunda me he percatado que nada más salir de la estación de Pitis, que se encuentra desolada en un paisaje de parcelas con farolas que no funcionan y con carreteras cortadas, como si en cualquier momento las empresas constructoras se vayan a poner manos a la obra, aunque uno sabe perfectamente que no, que eso no va a ocurrir próximamente, sino que ese paisaje que se ha vuelto común comienza a ser también una seña de identidad y un símbolo de lo que también somos: un país que no termina lo que emprende, y nada más dejar atrás ese espacio como de boceto, lleno de automóviles aparcados de cualquier manera en los solares y sobre los charcos de barro, uno se sumerje en los encinares de El Pardo, y al momento, si estás atento, ves los ciervos pastando en la hierba.

Mi mirada de asombro o de sorpresa es la única en el vagón de tren, donde todo el mundo va a lo suyo, navegando o escuchando música con el móvil, leyendo un libro (una muchacha lee con mucha atención un libro que se titula La enseñanza destruida), y nadie parece querer sacar la vista hacia afuera: la tierra se ha cubierto de una hierba preciosa, blanda, que al contraste con el sol hace apetecer tumbarse en ella, junto a los gamos que limpian sus cornamentas en las chaparreñas. 

En Villalba, una vez atravesado el bosque de Torrelodones, viendo a la gente salir y entrar de los vagones de los trenes, me doy cuenta de que la mayoría de nosotros hemos abandonado lo rural hace mucho tiempo, y que somos urbanitas sin remedio, en un viaje que seguramente no tiene vuelta atrás, pues hemos perdido incluso lo innato del mirar, de lanzar la mirada hacia lo lejos, hacia los montes, e identificar la vida que se mueve y que se relaciona al margen de nosotros. 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Valentías individuales

Supongo que es fácil ampararse en la colectividad mayoritaria para reivindicar algo, algo que comienza a considerarse verdad, como por ejemplo en Tarragona, donde estuvimos el fin de semana pasado, con las ventanas de las casas de los pueblos llenas de banderas independentistas catalanas, o como pasa también en las manifestaciones grandilocuentes de los defensores de la familia tradicional y católica, que llevan niños y bebés a unos encuentros amparados por obispos y políticos de derecha o de extrema derecha que, algunos de ellos, están viviendo su homosexualidad encerrados en armarios.

Ante la convocatoria de huelga general las valentías individuales valen más que las estadísticas: las estadísticas siempre mienten, o al menos, ocultan información. Todo el mundo lo sabe, por eso los expertos de marketing estudian, sobre todo, estadística. Es curioso que las matemáticas, esa ciencia infalible, se haya convertido en una ciencia que encubre opiniones partidarias. Yo no tengo que ser valiente para hacer huelga, como soy funcionario solo tengo que hacer frente al descuento de sueldo pertinente. Emma, sin embargo, hará huelga en un sistema privado en el que la delegada sindical ya le ha informado de que si se suma a l huelga su puesto de trabajo peligra. ¿Cuánta gente valiente, en estos días de incertidumbre y de hambre, se van a atrever a secundar una huelga con la que están poniendo en peligro la alimentación de sus hijos? Y lo otro: ¿cuántos trabajadores, deseando secundarla, no pueden, aun siendo su derecho, porque tienen miedo de ser despedidos?

Las estadísticas, como siempre, mentirán. La verdad está en los casos individuales. Por ellos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

No pumpkin

Pumpin es una de las nuevas palabras del pequeño James. Nos alegró mucho que empezara a utilizarla en las inmediaciones de la noche de Haloween, cuando la calabaza que habíamos comprado se iba convirtiendo parte en sopa, parte en pastel, parte en cabeza: Pamping face. Lo que pasaba era que utilizaba la palabra pumpkin en los lugares menos esperados. Solía decir "no pumpkin", y no lo entendíamos, al pobre. Sólo nos reíamos. Hasta que paseando por el barrio de pescadores de Tarragona se agachó para abrir una verja cerrada de un local comercial, y no pudiendo abrirla me dijo "no pumpkin". Salté de alegría y corrí a decirle a Emma que ya comprendía lo que el pequeño James estaba diciendo: "no pumpkin" significaba "no puedo". Todavía nos estamos riendo.

lunes, 29 de octubre de 2012

El frío

Hace frío. Esta segunda madrugada de hielo sobre los coches me hace recordar al hielo de las noches de Londres, inevitablemente. El raspar de los cristales y el encender el coche diez minutos antes de que Emma y Alexander comiencen su viaje cotidiano al colegio que siguen compartiendo, ahora el British Council, antes un centro educativo de niños pobres y maltratados por la desgracia de sus progenitores.

Ahora soy yo quien tiene desgracias infantiles, abandonos, pobreza extrema de padres en paro e inmigrantes que no saben si volver a sus países o esperar un poco más a ver si la situación mejora, aunque las cifras dicen que no. Las cifras son tan terribles como las vidas individuales. La madre de S., sin embargo, está contenta. Han logrado llegar a un acuerdo con el banco, que se queda el piso hipotecado. Ellos se marchan, con lo que quepa en el coche, a Devon, donde ya hay familia, y donde, por lo visto, en la megafonía de los supermercados se solicita mano de obra. Lo mismo que aquí, me dice, con sorna.

Algún profesor con la mujer en paro ya no pudo poner la calefacción en todo el invierno pasado. Se abrigaban como podían, con capas de cebolla. Este invierno, sin embargo, dicen que será duro. Sobre todo para aquellos que no puedan poner la calefacción, o peor aún, los que se queden sin casa, sin cama, sin mantas, desahuciados como leprosos, apartados de la sociedad a la que hace tan poco pertenecían con orgullo. ¿Nos queda tan solo esperar a ver cuándo nos toca a nosotros?

domingo, 21 de octubre de 2012

Lo que tiene vivir

Al menos, al vivir en un pueblo de la sierra de Madrid, puedo salir a correr las mañanas del fin de semana e internarme en el campo después de cinco minutos. Yo voy corriendo por los campos, entre las vacas, o por las cañadas reales, doliéndome las piernas, y en esa soledad poblada de palomas y conejos corriendo asustados hacia las zarzas, entre el estrépito de los petirrojos, me siento vivo y me gusta vivir. Que no es poco en estos tiempos que corren. Esta mañana, al volver trotando entre el fresnedal de la dehesa, he recogido unas ramitas de una mata de tomillo. Ahora, la cocina entera huele a campo.


miércoles, 17 de octubre de 2012

La depresión

Mi amiga Ana, a la que quiero mucho, me dice que no hay lugar para depresiones ahora, que la depresión es un lujo que no podemos permitirnos. Seguramente tiene razón, pero no hay día que yo no piense que nos hemos equivocado volviendo a este país que va de mal en peor. De hecho, ya estamos mirando posibilidades de volver a irnos para no volver en una temporada bien larga. Tal vez nunca, quién sabe.

Llevo 20 años siendo funcionario y es la primera vez que estoy claramente convencido de que mi trabajo no tiene futuro: para mi familia, porque los gobiernos van a seguir recortando mi sueldo, sobre todo después de que se produzca el famoso rescate, que por cierto está al caer; para mis alumnos, porque cada vez hay menos recursos y menos personal para atender todas las desigualdades que la misma crisis está acentuando día a día.

La depresión es un lujo pero yo no puedo hacer nada por dejar de dármelo. Cada día me da miedo abrir la página virtual de los periódicos. Cada viernes tengo miedo de las decisiones del consejo de ministros. Cada fin de mes tengo miedo de los días que va a durar mi sueldo: si al 10 o al 12 del mes siguiente.

Hoy una marejada de inmigrantes ilegales intenta pasar la frontera de Melilla. Mientras, otra marejada no deja de irse de España. Tengo la impresión de que si no nos vamos pronto, nos vamos a quedar atrapados aquí. Y eso me da más miedo.


domingo, 14 de octubre de 2012

Córdoba

El fin de semana pasado estuve en Córdoba. Fui solo, a ver a mi madre, que tiene un hueso de la pierna atornillado con metales y tornillos. "No traigas a los niños, no quiero que me vean así".

Desde la glorieta del Mesón del Conde, donde paré a tomar una cerveza fría al volver de visitar a mi abuela, miré todas esas cosas que no estaban cuando llegué a la ciudad, hace casi cuarenta años ya. Por ejemplo, la fuente y los jardines detrás del colegio Fernán Pérez de Oliva, o el mismo colegio, que vi construir poco a poco, subir hacia arriba con esos bloques de construcción semiprefabricada, cada día que iba a mi colegio Calderón de la Barca, ahora convertido en centro "chico" de Secundaria, esto es, un centro en el que se imparte 1º y 2º de ESO, creo.

Todo lo nuevo estaba también muy limpio en mi recuerdo. Pasaban barrenderos y barrenderas hacendosas diariamente llevándose en sus bolsas de plástico colillas y bolsas vacías y restos de cáscaras de pipas de girasol. Pero ahora ya no, la crisis ha traído recortes en personal y ahora la limpieza organizada por el ayuntamiento solo llega para barrer las calles turísticas, de manera que cuando el autobús que me llevaba desde la Estación de Córdoba hasta el barrio del Santuario, adonde viven mis padres, el paisaje que veía a través de la sucia ventanilla se hacía poco a poco más sórdido, con los rincones de los edificios llenos de las primeras hojas caídas del otoño con papeles, bolsas de plástico, bolsas de patatas fritas y de pipas de girasol y de paquetes de tabaco pisoteados y vacíos. De manera que yo miraba toda esa construcción de jardines y colegios que se había ido haciendo a medida que yo crecía desde la sucia terraza del Mesón del Conde, que albergaba en la barra unos cuantos borrachos al borde de la violencia, y no eran todavía las siete de la tarde, y me di cuenta de que de alguna manera, la Córdoba que yo ahora veo, a pesar de la novedad de las autopistas y las nuevas barriadas y los nuevos parques, se parece mucho a la que yo recuerdo del año 1975: hay demasiada gente rebuscando en la basura y pidiendo por las calles, y hay muchos bares sucios que uno sabe están a punto de cerrar.

sábado, 6 de octubre de 2012

Cambio de opinión

Voy a cambiar de opinión y voy a seguir con el blog, es el único sitio que tengo para entrar en contacto conmigo mismo y hablar de lo que me pasa. Últimamente me he dado cuenta de que me estoy volviendo loco, así que creo que retomar el blog será una manera de volverme a la realidad, una realidad relacionada con el estar bien, en paz con mis semejantes aunque en guerra con mis entrañas, que diría nuestro querido Antonio Machado. Pues eso, vuelvo a las andadas, o bien vuelvo a dejar constancia de lo que me pasa, que es seguir dejando constancia de mi paso por este mundo.

jueves, 6 de septiembre de 2012

The End

Terminó. Ya no hay más. Empecé el blog en un lugar que se parece poco a este donde ahora vivimos, en la Sierra de Madrid. Cuando me acuerdo de los Escritos Mínimos me lleno más de sopor o de culpa que de ganas de escribir una nueva entrada sobre mis nuevas vivencias o nuevos descubrimientos en un lugar hermoso pero también duro, porque España es muy dura, y los pueblos de España más, da igual dónde mires, si en el Norte o en el Sur o en el Centro. La dureza de España se puede entender si uno la compara a la dureza de su historia. Así que antes de ponerme a lamentarme en cada entrada, a lamentarme por España,  por lo que puede ser y no es, por lo que es, antes de eso, cerraré los Escritos Mínimos. Comenzaré otros, pero no ahora. Ahora sólo tengo ganas de llorar. Sobre todo porque a veces pongo la tele en horario infantil y entonces tengo que apagarla, no por mis ganas de vomitar sino porque los niños miran incrédulos. Sobre todo porque a veces uno oye las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que en otra vida fue ministra de cultura.

Pues eso.

The End.

viernes, 17 de agosto de 2012

La nueva casa

Tenía yo muchas dudas con la casa, era la última que vi y no sabía si me confundía un poco la familiaridad que iban a tener mis hijos con la casa antigua, añadido el regalo de una puerta al final del jardín que da a un jardín aún mayor que da camino sobre el césped a las piscinas y a las canchas de tenis que Alexander está empezando a utilizar. Collado Mediano es un pueblo apartado del fragor calenturiento de Madrid y a un pie de Collado Villalba, que guarda el sopor mercurino de Madrid en los agostos acosados por las olas de calor.  A James le encanta abrir el grifo de la manguera y la gata Candle ya tiene su gatera en el cristal. Ya hemos conocido al veterinario y a un americano maravilloso que se llama Eduardo y se dedica a cuidar perros y gatos cuando los dueños están fuera. El domingo, una vez que la mayor parte de las cajas están vacías, nos iremos a pasar cinco días a Cádiz. Para reconciliarnos con España, a la que llego, por cierto, con ese síndrome extraño que se llama choque cultural. La Playa de los Alemanes, en Zahara de los Atunes, hará una labor, espero, de sosegamiento que no podemos tener ahora, porque cada vez que nos despertamos, al abrir los ojos, nos encontramos con tantas cosas que hacer.

Paul Davey, mi suegro biológico, murió la última noche que dormíamos en nuestra casa de Londres. Lógicas poéticas de la vida, supongo. Al final de su vida lo quisimos tanto que no tenemos más remedio que pensar que también fue bueno, que no solo fue malo. Que fue un ser humano. Con sus luces y sus sombras. Como todos. Buen viaje, south londoner.

sábado, 28 de julio de 2012

La despedida

Hoy es domingo, son las seis de la mañana, me he despertado hace un rato para terminar de realizar la evaluación de uno de los módulos del máster. Afuera, aunque es de día, está todo silencioso y quieto como cuando es de noche y es invierno. Se me ocurre que ahora, cuando termine de escribir y comience a tender la ropa lavada, lo haré por penúltima vez.

Ahora, muchas cosas de las que hago las hago por última vez. Alexander va hoy a su última clase de golf con Steve, ese profesor-niño magnífico y gordo que un día, hace mucho tiempo, fue profesional. El martes llega el camión de la mudanza y todo se irá yendo poco a poco hasta quedarnos con las paredes vacías y supongo con nuestras voces resonando tristemente en los huecos que deja la ausencia de nuestras pertenencias.

La excitación de la nueva vida que nos espera, que emprendemos, no puede borrar la amargura del abuelo Paul Davey, que se está muriendo cada día en su habitación de St Christopher Hospice, al lado del precioso jardín victoriano de Crystal Palace.

Es posible que esta sea la última entrada que hago desde esta casa en la que hemos sido también felices un poco, que ha visto llegar al pequeño James cuando era tan solo una cosita minúscula a la que Alexander miraba con mucha aprensión.

Adiós.

jueves, 19 de julio de 2012

La muerte

Hace un año Emma encontró a su padre biológico. Vivió toda su vida con el fantasma de su existencia. Cuando nos conocimos, hace ya... doce años, lo que me emocionó de ella fue su discurso. El discurso que hacía de su vida. Alguien dijo que la esencia de un cuerpo humano era su discurso. Yo diría que es el discurso que hace de su propia vida. Lo que uno cuenta de su vida y cómo lo cuenta es el cuerpo que uno tiene delante, y uno lo desea en función de la profundidad con que ese cuerpo es capaz de enfrentarse con sus fantasmas.

Muchas veces, a lo largo de nuestra vida en común, encontré a Emma buscando en internet a su padre. Y hace un año, cuando lo encontró, parecía que se había completado un círculo, pero era falso. La relación con su padre fue distante. Estaba sin estar, estaba como ausente. Una de las cosas que le dijo de Alexander fue que le encantaba pescar, y él le respondió que él era un gran pescador, que le encantaría pasar un día de pesca con la familia.

El día llegó, pero no pescamos nada. Paul se dedicó a observar, apenas quería lanzar la caña en busca de los lucios que nosotros ansiábamos. Cuando lo ví lanzar lo hacía con un cuidado y una inexperiencia a la que no di importancia, lo importante era que estábamos juntos, que a Alexander se le enganchaba el cebo en las ramas de los árboles y él iba cuidadoso y atento a desenganchar los anzuelos de las ramas.

Emma se enfadó con él. Yo también un poco. Era un hombre distante al que parecía no importarle el haber conocido a unos nietos que le llegaron de pronto con una hija a la que no esperaba ver nunca más desde el día en que su madre se la llevó a Jersey. Me dijo que no lo iba a llamar más, que estaba harta, y yo le dí la razón.

Cuando Emma, con ocho meses, salió de Croydon en brazos de su madre para no volver hasta cuarenta años después, Paul se encontró con otra mujer con la que tuvo otro hijo de nombre Mark. Su segunda mujer, con la que no se casó, era heroinómana. Mark, con veintiún años, hace veintiún años, murió de una sobredosis. Otros hablan de un suicidio. Da igual. La segunda vez que Emma se encuentra con Paul le pide ir a visitar la tumba de su hermano. Paul le dice que nunca ha vuelto desde el día del entierro. Y allí van, con mi hijo James, a visitar la tumba de un pobre niño que no tuvo infancia o que no tuvo madre y a quien nos hubiese gustado mucho conocer. Mark.

Hace cinco semanas alguien llamó para decir que Paul estaba ingresado en el hospital May Day. No se llama así, así se llama la calle donde está el hospital, en Croydon. Un hospital terrible, enorme, lleno de enfermos abandonados y de enfermeras a las que les da igual el estado de los pacientes. Fue transferido a otro hospital, el St. George´s Hospital, donde le han encontrado una metástasis de un antiguo cáncer de colon además de una infección de un virus sin cura denominado JC. En poco tiempo, Paul ha pasado de contestar a preguntas a repetir palabras. Las últimas palabras de una frase que uno le dice. Los médicos, después de una biopsia cerebral, han diagnosticado lo peor: una muerte segura en un plazo muy corto.

Con la enfermedad han llegado los amigos. Uno de ellos, el mejor de todos, que se llama Ginger o le dicen Ginger, vaya usted a saber, le contó a Emma que un día le llamó Paul muy nervioso y le dijo: "Ginger, me tienes que contar todo lo que sepas sobre pesca, tengo que llevar a mi nieto a pescar y no tengo ni puta idea". Y así vamos teniendo la otra imagen de un hombre silencioso y distante que tal vez, porque había perdido un hijo, porque en su juventud había perdido una hija y no se atrevió a reclamarla, por tantas cosas, se sentía avergonzado. De lo que nos vamos enterando, ya sin remedio, es de que sus amigos lo quieren mucho, y que a sus amigos les contó muchas veces su historia. Una pena que nos enteremos de esto ahora, cuando su viaje no tiene retorno.

domingo, 15 de julio de 2012

Madrid

Madrid tiene algo de provinciano que nunca antes había percibido, pero al mismo tiempo también tiene ese aspecto de cosmopolitismo que caracteriza a las grandes ciudades. Madrid tiene, en sus calles limpias del centro, en especial la calle de Felipe V, la plaza de Oriente, incluso Bailén mirando a los jardines de Sabatini, una tranquila alegría de vivir que está muy ajena a lo que mis amigos de la calle Cadarso me dijeron luego: lo que al día siguiente anunció el presidente del gobierno, que nos quedábamos sin paga extra de navidad, que subía el IVA, etc. Siempre me ha gustado enterarme de las cosas un poco antes que los demás, pero esta no me gustó e incluso la puse en duda. Me dijeron: no te pierdas el consejo de ministros del próximo viernes. Pero el presidente no llegó al viernes. Lo soltó antes.

Al salir era tarde, demasiado tarde para mis costumbres de granjero que se va a la cama con el sol y se despierta con el mismo, que ya es decir en un país en el que amanece a las cuatro de la mañana en julio. Mi intención era subir por Bailén en busca del metro de Ópera, pasar de nuevo por la fachada del Palacio Real, pero se me fueron los ojos tras las sirenas y luces azules de la policía y el amontonamiento de la gente en la Plaza de España, a la altura del metro, con lo que me dirigí hacia allí con un interés algo distante. Tardé un poco en comprender que toda aquella gente esperaba a los mineros, a todos esos de los que se llevaba hablando en los periódicos muchos días, los que habíamos visto en la BBC lanzando cohetes contra una policía que ahora los escoltaba, qué curioso.

Venían muy despacio por Princesa, y yo me encontraba muy cansado. Al subir por la calle Leganitos vi desde la altura la lejanía de los mineros y pensé que no merecía la pena esperar más de una hora, así que decidí pasear por Gran Vía hasta Callao. Era media noche pero había tanta gente que apenas se podía avanzar, gente que paseaba en ambas direcciones, niños llorando o cogidos de la mano de sus padres, niños dormidos en sus carritos, parejas agarradas como si quisieran ir en un solo cuerpo compartido bajo los veinte grados de una noche de verano. Eso era la Gran Vía, pensé, como el paseo marítimo de una ciudad costera. Por eso tal vez no caminaba yo tranquilo, no con esa tranquilidad que lo hago por Londres, sabiendo de antemano que no voy a encontrar a nadie conocido. Sea que estoy demasiado acostumbrado a oír conversaciones callejeras en inglés, oyéndolas por las calles de Madrid se me ocurría que cada persona que hablaba me iba a conocer, así que por eso caminaba yo como en el pueblo, mirando los rostros e imaginando en cada uno los rastros de una emigración pasada y antigua, pero ahora que escribo me doy cuenta de eso, de que ese algo de provinciano que tiene Madrid no lo tiene Madrid, lo tenemos nosotros, los que hacemos Madrid, aunque sea por unos días.

jueves, 5 de julio de 2012

Classic breakfast

Como había recogido todo y no tenía reunión, ayer me quedé en casa. Fui paseando al pueblo con James por la mañana, despacio, mirándolo todo como si fuera la última vez. Los coches, los autobuses rojos de doble planta, las ardillas saltando entre los árboles, las palomas torcaces dentro del supermercado... Compré la licuadora a las nueve cuarenta y cinco. Salí de la tienda y comencé a caminar sin rumbo por High Street cuando me acordé que debía liberar el móvil, pues voy a España dentro de tres días. Miré hacia atrás, por la acera de enfrente y leí el rótulo luminoso "ALL MOBILES UNLOCKED", de manera que busqué un paso de cebra para cruzar la calle. Tuve que caminar hacia atrás otra vez, pasar frente a la tienda en la que había comprado la licuadora, decirle adiós con la cabeza al muchacho amable que me había atendido y que ahora se fumaba un cigarrillo en la calle, para cruzarla con seguridad. Miré el móvil y eran las nueve y cincuenta y dos. Ahora, del otro lado, tenía que caminar en dirección contraria. Vi el pub, que tenía las puertas abiertas. Un anuncio decía: "CLASSIC BREAKFAST 2.99". Era demasiado temprano, pero miré, incrédulo, hacia adentro. Un vaho de alcohol salía hacia afuera por las puertas abiertas como un vómito. Y los vi, allí estaban, sentados, mayores, con sus pintas de cerveza viajando lentamente desde las mesas a sus bocas.

Ahora son las cinco y media de la mañana, aunque el horario del blog sea las ocho de la tarde de ayer. Es como estar escribiendo en el pasado, como si el presente fuera la memoria. Eso decía Paul Auster en The invenction of solitude, "la memoria es ese lugar donde las cosas ocurren por segunda vez", traduzco de memoria.

Hoy, por tanto, no ayer, iré por última vez al trabajo de Portobello Road. Más allá de mi tristeza, y que tiene que ver con mi sorpresa de ayer por la mañana, paseando por High Street con James y ver los bebedores mañaneros, es la pregunta que siempre me he hecho cuando paso por Westbourne Park Road. Hay un pub que a las ocho de la mañana tiene sus puertas abiertas, y nunca he sabido si estaban abriendo o estaban cerrando. Ahora lo sé. Hay pubs que abren a las nueve. Classic breakfast 2.99: una pinta de cerveza.

lunes, 2 de julio de 2012

Zorros

Los gritos de los zorros a media noche, llamando a los cachorros, como anoche, será algo que eche de menos en España. También los zorros pasando a tu lado mientras llegas a casa o sales por la mañana hacia la estación de tren, las negras y frías mañanas de invierno. Zorros de pelaje brillante y mirada inteligente entre dos automóviles aparcados. Zorros abriendo con los dientes las bolsas de basura de los vecinos más olvidadizos: se encontrarán a la mañana en la puerta de sus casas la intimidad de su basura esparcida por la calle, los pañales de los bebés, los paquetes consumidos de comida rápida, los condones...

sábado, 30 de junio de 2012

La última semana

Hoy es domingo, aunque para este blog sea sábado debido a esas decisiones que uno hace al principio, en los momentos de las configuraciones, de modo que el horario del blog seguramente es un horario americano de California, y yo, como casi siempre, estoy despierto a la seis de la mañana, cuando allí están cenando o tomando las copas del sábado noche.

Mañana será el último lunes que vaya a trabajar al colegio español, y esta será la última semana, y compraré el último tíquet semanal de tren. Me acuerdo que es septiembre viajé el primer día en bicicleta desde la estación de Victoria con la sensación triste de estar haciéndolo por última vez, porque era el último septiembre de mi estancia en Londres, y entonces ponía yo más tristeza o más sentimiento que ahora, que casi tengo ganas de que todo acabe, de que hayan venido los hombres de la mudanza, de que estemos ya viviendo en Collado Mediano, de que todo esté en su sitio, los niños matriculados en sus respectivas escuelas... Porque hasta enconces aún queda un trecho largo y cansado. Dentro de una semana estaré en España. Dentro de un mes estarán los señores de la mudanza. Dentro de dos meses estaremos a punto de comenzar el nuevo curso. Y esta casa que es ahora tan familiar, será una casa extraña, lejana y ajena.

miércoles, 20 de junio de 2012

Los ausentes

A veces los ausentes son más importantes que los presentes, dejando a estos últimos con una tristeza de seres abandonados. Los que se murieron, a veces, son más importantes que los que están delante, los que te cortan las uñas, los que te traen galletas a la cama de convaleciente. Los ausentes son una pantalla opaca detrás de la cual están los que te miran, pero tú no puedes verlos.

domingo, 17 de junio de 2012

Sin leer

Llevo bastante tiempo sin leer, y eso se me nota en el cuerpo. No palabras o textos, sino leer, lo que es leer a gusto un libro, sentarse uno tranquilo con un par de horas por delante. Un par de horas por delante... Llevo bastante tiempo sin leer, y eso se me nota en el cuerpo.

sábado, 16 de junio de 2012

Árboles

Cuando llegamos a esta casa lo primero que hicimos fue plantar dos árboles, uno de ellos un pino enano del norte, de crecimiento lento, y el otro... Bueno, el otro árbol no sé cómo se llama, lo encontré en la primera casa de alquiler donde vivimos en Inglaterra, en la casa de Shelley Close. El anterior dueño había instalado un curioso sistema para recoger el agua de la lluvia del tejado de la casa y del garaje, y esta iba a parar a un bidón. Si queríamos regar, siempre teníamos agua a disposición en aquel bidón de color verde. Un día me fijé y vi que salía de dentro una rama. Era una ramita en la que despuntaban las primeras hijas de la primavera, así que tiré de ella y descubrí que al final de la misma colgaban unas raíces. Incomprensiblemente, aquel ser vivo había podido nacer y crecer en un entorno acuático, sin tierra. Me quedé mirando aquella rama y me dio pena, así que la metí en una maceta.

Cuando llegamos a Maxwell Gardens planté el arbolito, cuyo nombre desconozco, aunque lo he buscado incesantemente, al fondo del jardín. Ahora, cinco años después, cuando es momento de irnos, tiene seis metros de altura. Le tengo cariño yo a este árbol sin nombre que se llena de flores blancas en primavera. Le tengo el mismo cariño que se le puede tener a un chucho callejero que uno adoptara y salvara de la mala vida de la calle y de las noches sin caricias.

El otro día vino una mujer a ver la casa (sigue en venta) y hablaba, como para sí, de cortar los árboles. Alexander puso cara de espanto y, una vez solos, hizo un discurso en inglés sobre los árboles que tenía que haber escrito. No creo que le vendamos la casa a esta arboricida, de todas formas.


viernes, 8 de junio de 2012

Uno aprende

Uno aprende viviendo y equivocándose: uno aprende haciendo, de la práctica, viviendo, creando, tomando decisiones. Muchos escritores tuvieron que decir, una vez terminada la universidad o los doctorados, que la mejor escuela fue la calle. Hombre, la calle la calle no, es un decir, un poner, que diría mi abuela: la calle significa lo manipulativo y lo implicativo, lo que es real, de donde uno aprende, vaya.

Sin embargo todavía hay mucho profesor que piensa que aprender, lo que es aprender, es aprender de memoria. También repitiendo. Repitiendo muchas veces la misma cosa: por ejemplo multiplicaciones o divisiones, mapas, frases ridículas.

Yo he oído a este profesor decir que el sistema español, por contraposición al sistema británico de enseñanza, es mucho mejor, sin comparación. Los niños ingleses no aprenden las tablas de multiplicar, no llevan cientos de horas de tareas para casa cada día, y solo hacen proyectitos de investigación sobre romanos o sajones, y se visten de griegos cada dos por tres, y llevan comidas del mundo a los colegios, y andan siempre tonteando.

Y así, tonteando tonteando, la comparación de los dos sistemas queda como sigue:

Nobel de física: España 0, Reino Unido 21,5.
Nobel de química: España 0, Reino Unido 25.
Nobel de medicina: España 1,5, Reino Unido 28.
Nobel de economia: España 0, Reino Unido 6.
Literatura: España 6, Reino Unido 11.

Investigar

Ahora el gobierno va a reducir gasto en la investigación y el desarrollo, esa parte que a los españoles les gusta tanto reducir, total, para qué vamos a investigar si ya está todo investigado, o para qué vamos a descubrir nada nuevo si ya está todo descubierto, sobre todo América, y eso lo hicimos nosotros, los españoles, los de la raza española-española, los de la verdad. Es como eso de para qué vamos a ir a ningún lado si en ningún sitio se puede estar mejor que en mi pueblo.

Todo el mundo sabe que si un país investiga, genera riqueza. Que se lo digan a los alemanes, o a los ingleses. Solo basta mirar los premios Nobel de medicina, química, física... En los primeros puestos están siempre los americanos, los alemanes, los ingleses y los franceses. Esos que no escatiman en gasto en investigación, esos que cada año lo potencian. Pues nada, nosotros, los españoles, como siempre, en dirección contraria. Y con orgullo. Con la cabeza alta.

Eso sí, el presidente (da igual que fuera este o fuera el otro, lo hacen todos) a despedir a la selección española de fútbol (que si España lo que necesita es una alegría...) para decirles que ganen, por dios, que ganen la Eurocopa al menos. Si no ganamos los Nobel, por lo menos que ganemos algo. Pero ganar, lo que es ganar, los españoles no ganan ni un sueldo digno. Muchos no ganan ni para comer.

Pobre país de paletos. Viva España.

sábado, 2 de junio de 2012

Banderas

La ciudad se ha ido engalanando de banderas, grandes, medianas, pequeñas, de tela o de plástico, de papel, colgadas a una cuerda, triangulares, vistosas, enormes, colgando de edificios y balcones, de los techos de las estaciones de tren, como en la de Victoria Station: ¿fue esta semana cuando al bajarme del tren y al ir andando a buscar la bici en el andén número ocho se me fue la mirada hacia arriba y casi me asusté al ver las banderas, marcialmente alineadas, colgando del techo, movidas por esa brisa que siempre corre en el interior de los edificios enormes?, y luego, en Portobello Road, me extrañó sorprender entre la miseria de los barrenderos y la mugre de los últimos borrachos de la noche (uno nunca sabrá si están empezando el día o acabando la noche anterior) las serpentinas de banderitas a todo lo largo de la calle más atractiva de Londres si es sábado y eres un turista español.

Incluso nuestra querida vecina ha engalanado su casa de banderas. Nuestra querida K., con los niños, que tanto tiempo pasan juntos. Se me cayó el alma a los pies, pero luego, en un intento de comprensión antropológica, me dije que no, que tal vez estas cosas les pasaban a los ingleses por ser ingleses, así que como mi mujer es inglesa y estábamos en la cocina (con la ventana abierta oíamos las indicaciones de K. y de su marido M. colgando las banderas alrededor de la casa, de las tejas) le dije, con sorna, que se nos había olvidado comprar banderitas. "Todavía tenemos tiempo", me respondió. Y al ver mi cara de espanto: "only jocking, man", y luego las risas (de alivio).

El próximo domingo, o sea, mañana, habrá fiestas por las calles de los pueblos, calles cortadas, y se extenderá por el país una borrachera gubernamentalmente promovida para celebrar los sesenta años de monarquía de la reina Isabel II. Vistas las banderas y lo que la gente dice, no tengo más remedio que pensar que este país es muy monárquico. Con la excepción de mi esposa, claro.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Miedo en el cuerpo

Eso de tengo el miedo metido en el cuerpo, como si el miedo se pudiera meter en otro sitio que no fuera un cuerpo, es una expresión popular que me sirve hoy para qué: para retratar a un país. El país está como yo, con el miedo metido en el cuerpo. El país está como yo: con una redundancia. El país me sirve hoy para escribir algo, para dejar de mirar como un poseso los titulares digitales de los periódicos cada diez minutos. Hoy, a media mañana, Bruselas, y ellos, nos dieron un respiro. Pero luego qué. Qué los años que nos quedan por vivir....


miércoles, 23 de mayo de 2012

Día de huelga

Ayer dediqué el día de huelga a cuidar de Alexander, que tiene varicela. Lleva tanto tiempo sin ir a la escuela que se le hace cuesta arriba pensar en volver. El lunes, como no teníamos con quien dejarlo, le obligamos a vestirse. Le obligamos a asistir al colegio, pero al mediodía no pudo más. Emma (tenemos la suerte de que su madre y él van al mismo cole) se lo trajo a casa. La verdad que el día de huelga nos vino de perlas.

La hubiese secundado yo de todas formas. Hay cosas por las que merece la pena luchar, y la educación pública es una de ellas. Los menores menos favorecidos, por ejemplo, los que merecen todo nuestro apoyo para ayudarlos a superar las desventajas sociales que les han venido impuestas, que ellos no han elegido. Los menores con dificultades de aprendizaje, que necesitan un refuerzo especial sin el cual se quedarán en el vacío o en el limbo cultural en el que tantos se quedan.

Si los niños no realizan trabajos manipulativos en las primeras edades, si no dedican sus horas de recreo a escarbar en los areneros que ahora posiblemente se queden sin arena por falta de dinero, sin plastilina y sin barro, no llegarán a desarrollar el potencial que llevan dentro. Y el país será, como siempre, un país de fracasados, de los que nunca llegan a nada. Llegarán, eso sí, los de siempre: los hijos de los ricos, que acuden a centros privados llenos de recursos, de areneros renovados de arena nueva y siempre limpia, no con residuos de jeringuillas o de vidrios de botellas de cerveza, no con colillas de cigarrillos ni de porros. Renovados con subvenciones públicas también. Esto no hay que olvidarlo.

martes, 15 de mayo de 2012

Buen viaje

Entre mis 19 y mis 23 años leí unas tres veces Cambio de piel, y por entonces también La muerte de Artemio Cruz, y por supuesto antes de ir a vivir a Málaga, el cuento Aura. Hace un par de años lo intenté de nuevo con Terra Nostra y no pude terminarlo, pero uno puede comprender, dentro de su ignorancia ominosa, la tarea que emprendió Carlos Fuentes, que se acaba de morir. Es como el Ulises de Joyce, que tengo descargado en el Kindle en versión original (sin subtítulos) y no voy a poder terminar nunca. Tal vez hay libros escritos para que uno solo pueda empezarlos. Tal vez hay libros escritos para escritores solo, escritores de verdad, no estos de los blogs, con ínfulas de nada.

Pero yo a Carlos Fuentes, como a Joyce, le tengo cariño. Se muere alguien que era como de la familia, con sus libros aquí en casa, sobre todo ese que quiero yo tanto, el de Cambio de piel, que ganó el premio Biblioteca Breve en su momento. Hubo un tiempo en que quise escribir como él, y lo imitaba mucho.

Muchos dicen que era un pijo. Es decir, si lo comparamos con Rulfo. Rulfo era el pobretón de la literatura mexicana. Fuentes el pijo, aunque un pijo rojo. Pero me caía bien. Lo hizo bien. Así que, desde aquí, ahora, echado en la cama, oyendo la respiración de los niños recién dormidos, te deseo un buen viaje, Carlos. Vete tranquilo. Lo intentaré de nuevo con Terra Nostra.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Los días grises

Creo que llevamos ya cuatro semanas con lluvias ininterrumpidas. El fin de semana, mientras limpiábamos la casa por la mañana y la preparábamos para unas visitas (las únicas visitas que tenemos últimamente son las de los compradores potenciales), Emma se detuvo un momento, con el trapo del polvo en la mano y la mirada perdida en la ventana, y dijo, como para sí: si no sale el sol pronto me voy a volver loca.

Es una de estas situaciones que comienzan a ser bíblicas, imágenes que uno creía que pertenecían al mundo de la literatura latinoamericana que más nos gustó una vez, la de Cien años de soledad. Aunque no todo es gris, no siempre. A veces, como ayer, ¿ayer?, por la tarde, salió un rayito de sol. Como no estamos ya acostumbrados, y yo había ido a recoger a James, me apresuré a sacarlo al jardín a que jugara bajo el sol, mientras yo comenzaba a preparar la cena. En una de estas, que miré hacia el otro lado, hacia afuera de la calle, vi a las vecinas de abajo, las cuatro niñas rubias de la familia del número 26. Se habían puesto los pantalones más cortos del ropero, de los de marcar paquete, y patinaban calle arriba calle abajo como si fuera verano y el sol llevara muchos días seguidos en el cielo. Es curioso. En estos días invernales, como el calendario dice mayo, uno puede encontrar por la calle a personas con abrigos junto a otras con manga corta.

Sigue lloviendo.

martes, 8 de mayo de 2012

El día de Europa

Para celebrar el día de Europa los de 1 de ESO aprenden no sólo a tocar la parte del Te Deum de Charpentier que todo el mundo conoce, sino que aprenden que el Te Deum se llama así, no Eurovisión. El himno oficial de Europa, sin embargo, es la Oda a la Alegría que compuso Beethoveen dentro de su novena, aunque los niños aprenden muy pronto a tocarla con la flauta y van dando flautazos en sol mayor con la maldita melodía por todo el colegio. El nueve de mayo es fiesta en Jersey porque fue hoy, en 1945, que los liberaron de la tiranía nazi, no ayer, que acabó la guerra. Los aviones aliados volaban por encima camino de Alemania y los pobres habitantes de la isla se preguntaban si no se habrían olvidado de ellos, si siempre iban a tener que vivir así, bajo las herraduras de los soldados arios. El nueve de mayo Schuman, el ministro de exteriores francés, leyó la declaración que lleva su apellido, una declaración sentida en la que pedía a las naciones europeas la unión en un estado más grande y comprometido para evitar lo que hasta entonces había sido la guerra más terrible en la tierra. La Unión Europea nacía como idea entonces, y como idea pacífica, por decirlo de algún modo. Yo nací 24 años después. Un nueve de mayo. Felicidades, Europa.

sábado, 5 de mayo de 2012

Pedales

Mi abuelo gallego, que se llamaba Aurelio, vaya nombre, viajaba en bicicleta. Lo hacía sobre todo entre la aldea de Baronzás y el pueblo de Xinzo da Limia, que aunque están a un kilómetro de distancia, lo hacía cargado de productos de la tierra que vendía por las calles. Muchas veces, cuando llegábamos a Xinzo a primeros de agosto, nos cruzábamos con él por la carretera, y aunque mi padre tocaba el claxon del coche, él apenas disminuía su ritmo lentísimo de tortuga de cuento. Me preguntaba entonces cómo podía mantener el equilibrio a aquella velocidad. Tenía setenta, y luego ochenta años. Y más tarde noventa. Y seguía viajando en bicicleta, hasta que perdió el sentido de la realidad y se murió muy rápidamente, enloquecido o tal vez más cuerdo de lo acostumbrado: le pedía a mi madre que le trajera un habano encendido en su lecho de enfermo o de muerte.

Me acuerdo de estar junto a él en las siestas orensanas, que son como las de Córdoba, pero con un porcentaje bastante mayor de humedad (multiplique usted por cien). A la sombra de la parra, recuerdo que sacaba del bolsillo un cigarro que había apagado a la mitad hacía quién sabe cuántos días, lo encendía, y leía el resto de una revista tal vez de hacía tres o cuatro años, pues lo mismo le servían para encender el fuego en la cocina de leña cada mañana como para leer una noticia atrasada, un presente hecho historia o nadería, quién sabe.

Me acuerdo mucho de mi abuelo Aurelio, me acuerdo de él casi cada mañana, cuando voy al trabajo y pedaleo en mi bici bajo la lluvia o la neblina o el sol, el frío o el calor. Cada mañana y cada tarde, yendo y viniendo del instituto español, sudo, y ese sudor me limpia, lo mismo que me limpia el trabajo del campo. Lo que hizo que mi abuelo se convirtiera en un ser casi centenario que podía ir en bicicleta por la carretera de Xinzo da Limia.

Yo a la máquina le debo muchas horas de sufrimiento y de libertad desde muy pequeño. De niño, mi tío Paco me regaló una BH que no olvidaré jamás. De joven, en Córdoba, fui de los primeros que reivindicaron, con la práctica, un carril bici que no sé si ha llegado a la ciudad. Y ahora, a mis casi 43 años, la bicicleta me ha devuelto a una juventud que creía había perdido. Tanto sudar y he perdido la barriga que empezaba a preocupar a Emma y a mí mismo, y mis piernas han vuelto a ser las que eran, no esos troncos fláccidos de los que me avergonzaba un año y medio atrás. A Paul Auster le gustaría oírme la historia, seguro, amante como es de los puros y los cigarros como de los deportes que merecen la pena: el baloncesto, el béisbol o, supongo yo, aunque no lo tengo claro, la bicicleta. Volvemos a España, pero lo que a mí me gustaría es irme a Nueva York otros cuantos años, y viajar por aquellas avenidas de taxis amarillos sudando, pedaleando, manteniéndome joven, o lo que es lo mismo, vivo.

lunes, 30 de abril de 2012

La sierra

El destino provisional es Collado Mediano, un pueblecito que no tuvimos la ocurrencia de visitar cuando pasamos tres días en la zona esta Semana Santa. En Collado Mediano se ha pasado nuestro amigo Pepe Beltrán más de un año, en casa de su hermano, recuperándose de una larga enfermedad. En Collado Mediano vive, por lo visto, el campeón del mundo de ajedrez, que es indio y a quien nadie ve salvo paseando de vez en cuando: está recluido en el sótano de su casa, rodeado de libros y de programas informáticos. También tiene o tuvo su casa Antonio Muñoz Molina, y también vivió allí o por los alrededores (¿Alpedrete?) Carlos Saura y Paco Rabal.

Llevo todo este año echando de menos lo que todavía estoy viviendo, los paisajes mojados de Inglaterra, las distintas clases de nubes que he ido poco a poco aprendiendo a interpretar, los campos cultivados, y las calles de Londres, las que paseo en bicicleta camino del trabajo. Miro el árbol que planté hace cinco años y me sorprende siempre verlo tan grande, sobre todo esta última primavera.

Vivir echando de menos las cosas que aún uno tiene, tiene que ser como vivir estando a punto de morirse. Es un buen aprendizaje para Alexander, que nos acompaña en la despedida lenta del último año de estancia aquí, aunque la casa no se venda y tengamos que tenerla y acaso visitarla y darle una vuelta y venir a quedarnos para las vacaciones. Podremos sostener la situación durante dos años. Luego, ya veremos.

Esto de no vender la casa es algo que uno no comprende. Uno ha sido feliz aquí, uno vive bien aquí, uno tiene el tren al lado, uno deja el coche abierto por las noches, uno no cierra con llave el garaje, uno solo oye por las noches las peleas de los zorros. Por las mañanas el canto de los mirlos. Uno no entiende que nadie quiera la casa donde se ha sido feliz más o menos, donde ha nacido James, donde Alexander se ha hecho mayor y ha aprendido a leer y a escribir.

Han salido los espárragos amargueros. El próximo fin de semana iré a coger un manojo y me los comeré yo solo, porque solo a mí me gustan. Me los comeré (esparragados) despidiéndome también, como todo lo que hago ahora.

lunes, 23 de abril de 2012

Educación



En estos días en que la educación pública parece que está bajo mínimos está bien recordar el discurso precioso que hizo Shakira en Oxford Union. Tan solo para dejar las cosas claras. Para recordar lo importante. Para demostrar lo evidente.

lunes, 16 de abril de 2012

De vuelta

Ha sido un viaje extraño el que hemos realizado a España esta Semana Santa. Como teníamos dos semanas, la segunda, tras comer caracoles en Córdoba y estar con la familia, pasar un día en Jaén, ver pasar figuras a hombros rodeadas de velas encendidas, hemos estado mirando casas en el Noroeste de Madrid, que es donde se supone vamos a vivir a partir de Agosto. Quienes venden sus viviendas, muchos de ellos, son personas que se han quedado en el paro, gente que les ha ido bien, o muy bien, que han gastado el dinero que ganaban a manos llenas, y que ahora se encuentran casi en la calle, sin poder pagar su hipoteca. Una familia de cinco personas y ninguno trabajando. Un señor culto de cincuenta y pico años, separado, a punto de que se le acabe la ayuda.

Lo peor es que parece que no le va mejor a nuestros amigos de la calle Cadarso, aunque no estén en el paro. La crisis hace que las personas que se someten a un trabajo analítico, o psicoanalítico, disminuya considerablemente: cuando uno se queda en el paro lo primero que se aparta son las clases particulares de los hijos, las enseñanzas no regladas de música, las idas y venidas a psicólogos, la comida ecológica, que España exporta en su totalidad. Los inquilinos de las viviendas arrendadas andan pidiendo a los dueños que les bajen el alquiler. Todos sufren.

Bueno, todos no. Ahora parece que el rey de España se ha hecho daño cazando elefantes en Botswana (uno pensaba que esas cosas ya no se hacían). Le habían reducido los fondos un 2 % (pero a CEAPA un 50 %) y todavía le quedaba un remanente para irse de vacaciones él solo a pegar tiros. Menos mal que no se dio uno en el pie, como su nieto. Matando elefantes a razón de 45.000 euros la semanita mientras los españoles se buscan la vida como pueden para no irse a dormir debajo de un puente. Vaya país.

jueves, 29 de marzo de 2012

Desbordado

No he tenido ni un rato para escribir en este blog, que se suponía era una especie de diario personal o familiar en el que registrar momentos para la posteridad, para ayudarnos a recordar lo que pasó, quienes fuimos. Ahora tengo un virus en el ordenador que me borra las fotos y los recuerdos y que cuando tecleo la página web de El País me salta al de ABC, así que solo me entero de la mitad de lo que pasa, no de la otra mitad, que es la que a mí me interesa más, puesto que parece señalar las historias de los perdedores o de los débiles. Los débiles siempre pierden: los curritos, los asalariados, los que tienen unos ahorrillos que no llegan a nada, los ciclistas... Pues eso, que en Mayorca atropellaron a una ciclista alemana, la mataron, y se dieron a la fuga. Lo de casi todos los días. Lo que pasa es que los del atropello eran policías, borrachos para más señas, vestidos de paisano. También ellos pierden. Lo que cambia la vida en un tristrás. Te tomas unas copas, decides coger el coche, y la liaste. Para el resto de tu vida. Los del gobierno también atropellan, pero a ellos no les pasará nada. Al final, tan solo les harán un retrato de unos cien mil euros, para la posteridad. Se lo van a hacer a Bono y era uno más, así que imagino que el que le hagan al presidente del gobierno... ¿Quién hace retratos por tanto valor? ¿Es por concurso público ya que el dinero sí que lo es?

domingo, 18 de marzo de 2012

Hay libros

Hay libros que se terminan en el baño, sentado sobre la taza del váter, oyendo a lo lejos, tras la puerta, el jaleo de los niños, oyendo a Emma hablar por teléfono, oyendo como quien no quiere oír pasos que suben las escaleras o que las bajan, después de todo el baño está cerrado, y no hay más en la casa. Hay libros que tienen que terminarse así, con los pantalones en los tobillos, llorando como un niño. Y es lo que me ha pasado con el que hemos estado compartiendo Alexander y yo, y que él está aún empezando (no me extraña, si cada día trae un libro obligatorio de la escuela). El escritor, un maestro que decidió retirarse para escribir: Michael Morpurgo. La obra, una historia sobre la relación de una niña con su abuelo, y de un padre con su propio padre. Se titula Shangri-La. ¿Estará traducido?

viernes, 16 de marzo de 2012

Despedidas

Hace ya tiempo que miro el mundo despidiéndome de él, con cierta añoranza adelantada, miro los primeros pasos del James sabiendo o suponiendo que son los primeros pasos que no volveré a ver más, porque se irá haciendo mayor inexorablemente, y yo lo miro con una intensidad poco común del que no está del todo cuerdo, de quien trata de fijar bien en la memoria, una memoria débil, por otra parte, esos momentos únicos e irrepetibles que se van, momentos que se van continuamente, y es entonces, en los primeros pasos del James, en las primeras bocanadas de oxígeno que nos trae la primavera con los narcisos florecidos en Hyde Park, con las señales en el mismo libro que Alexander y yo estamos leyendo juntos, el primer libro leído juntos, curioso, ya nunca más habrá un primero, en una frase cualquiera de Emma, en una mirada al hablarme, que veo el tiempo pasando, que veo su cara aquí y ahora que no volveré a ver más, será otro rostro, serán otras circunstancias las que lo vayan moldeando, es entonces cuando soy consciente de que morimos continuamente. ¿Por qué tenemos que envejecer, morir? No es justo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Willy Wonka

En Reino Unido el día mundial del libro no es el 23 de abril, sino el 1 de marzo. En el colegio de Alexander la propuesta era que cada alumno y cada profesor, el que quisiera, fuera ese día, esto es, ayer, vestido de un personaje. Un personaje que te guste. Y Alexander eligió a Willy Wonka, ese carácter maravilloso que creó Roald Dahl en Charly and the chocolate factory. La versión en la que actúa Johnny Depp es muy buena, he de decir, aunque prefiero los dibujos que Roald Dahl dejó en su libro, y que se puden ver en cada versión impresa junto a las palabras de uno de los maestros más grandes que tiene la literatura infantil.

Roald Dahl es como el Shakespeare de los libros para niños. No hay otro como él. En las escuelas se tienen muchos ejemplares de todas sus obras, y Alexander incluso tiene en casa una biografía del gran escritor y piloto. Tras un accidente de su hijo Theo, que le provocó hidrocefalia, se involucró en la creación de un artilugio que aliviara sus dolores y que hoy día se conoce como válvula de Wade-Dahl-Till.

Willy Wonka en el tren:




Willy Wonka llegando al cole:

martes, 28 de febrero de 2012

Summertime

Me está costando mucho trabajo seguir a tiempo las lecturas del máster esta semana: no es solo que haya subido la temperatura, que tenga la cabeza en otras cosas, que comiencen a florecer algunos árboles, que vayamos por la calle con menos ropa, que haya más sonrisas por metro cuadrado que antes, con el frío, no. Tal vez, pero no. Lo que me pasa es que no puedo, aunque lo intento, dejar de leer Summertime, de J.M Coetzee. Así que me siento en el tren con la promesa de estudiar, y en ese momento de abrir la mochila me digo: "solo un poquito, va", y en lugar de sacar los capítulos que es mi deber estudiar, pues saco una novela o una autobiografía novelada que leo a hurtadillas de mí mismo.

La historia está muy bien trazada: tras la muerte de J M Coetzee, un biógrafo visita a personas que conocieron al escritor surafricano durante los primeros años setenta. Así, el libro lo forman las entrevistas que este biógrafo hace a personas relevantes para la vida del biografiado. Y de esta manera se va dibujando ese periodo en la vida de Coetzee, y unos personajes muy interesantes. Bueno, tal vez no interesantes. Lo interesante radica en la situación en que se encuentran con respecto a Coetzee. O no. Yo qué sé. Lo único que sé es que el libro es estupendo.


 

viernes, 24 de febrero de 2012

Una biblioteca honesta

Los miércoles recojo a Alexander después de su actividad de kick, que quiere decir fútbol, a las cuatro y media de la tarde. Aunque todavía no es un messi del asunto, al menos se lo pasa bien, corre y grita muchísimo, pidiendo que le pasen el balón.

Cuando llegamos a la estación, si tenemos tiempo antes de que pase el tren que nos lleva a casa, nos quedamos un rato en la sala de espera, que es donde se compran también los billetes, y donde recientemente han puesto la Kent House Honesty Library, que es una estantería con libros y donde el que llega puede coger uno, llevárselo, leerlo, con la promesa de devolverlo al terminar. Hay semanas en que la biblioteca está a rebosar de libros, y hay que colocarlos unos sobre otros, amontonados como los que teníamos en casa antes de guardarlos en cajas. Otras veces hay solo unos cuantos.

Nadie vigila la biblioteca, nadie hace un seguimiento de las lecturas, nadie recuerda a nadie que está pasando demasiado tiempo sin devolver un libro, nadie parece quedárselo para sí. Es lo que tiene este país, en que la palabra honesty surte un efecto mágico para el punto de vista de un español. España, me dice Emma, a quien le pregunté sobre la palabra honesty en el caso de la biblioteca de Kent House, es picaresca: en España una biblioteca así, en la estación de, pongamos por caso, Galapagar-La Navata, se quedaría vacía en unos cuantos días. En Inglaterra eso, dice ella, es imposible. Si le pides a un inglés que sea honesto, lo será antes que nada.

Hay un montón de autores que no conozco. Otros sí: está el James Joyce de A Portrait..., el Pérez Reverte de The Fencing Master, el Roal Dahl de The BFG, el Amis de Money, etc. Así que si tenemos tiempo, nos sentamos en los bancos de espera y leemos un rato Alexander y yo, él con los zapatos del kick llenos de barro y yo con la incertidumbre de pensar en una biblioteca así, libre de vigilantes y de tejuelos y de carnés, en la estación de Galapagar-La Navata.

sábado, 18 de febrero de 2012

Casa en venta

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Estoy dentro de mi casa, pero entro en internet para ver mi casa, aunque yo esté dentro. Desde dentro veo mi casa desde fuera. Casa en venta. Ayer vino una pareja, la tercera, a verla. Curioso esto de enseñar la casa, no sabe uno lo que están pensando de uno. De todas formas da igual: una gran cantidad de cosas que nos pertenecen están en un almacén, en cajas. Libros. Cientos de libros. En inglés, en español, en francés, en alemán. Y mesas, y mecedoras, y juguetes, incluso ropa. Todo para dar una impresión de espaciosidad falsa. Emma sabe mucho de ello, pues estuvo toda su infancia mudándose de casa. Sus padres: unos expertos en mudanzas, o en huidas. Nosotros, sin embargo, no huimos, sino que volvemos  a pesar de las circunstancias: a pesar del paro, a pesar de la Depresión que se está convirtiendo en Grande, a pesar de las nuevas relaciones laborales establecidas entre empresarios y trabajadores. O tal vez por eso, para echar una mano.

viernes, 17 de febrero de 2012

Elecciones

El PSOE me ha enviado una carta para informarme del procedimiento de votación de los residentes en el extranjero en las Elecciones al Parlamento de Andalucía. De pronto esta conexión con Andalucía me alegra y me produce un sentimiento de extrañeza enorme. Hace catorce años que dejé de vivir en el Sur. Me parece mentira que hayan pasado tan rápido. Que hayan pasado tantas cosas.

James y Candle duermen esta mañana lenta y tranquila. Alexander está viendo una película en la tele, y está tan tranquilo que no me apetece recordarle que tiene que leer su libro, que practicar sus canciones de violín.

Agradezco la información que me llega desde el PSOE. Supongo que la habrán enviado a todos los residentes andaluces en el exterior. Son dos folios de buena calidad, y la acompaña una tarjeta de cartón blanco de mejor calidad todavía, con las letras impresas en color rojo. Mañana me llegarán la de los otros partidos políticos, o tal vez sólo una más, la del otro partido político, que imprimirá sus letras en color azul.

Se ha ido nublando paulatinamente y es bonito estar en casa y mirar la oscuridad grisácea que se ha apoderado del día. Los petirrojos, ajenos a la amenaza de lluvia, se acercan al comedero que cuelga de una rama de la forsitia de la entrada.

Vaya derroche en recursos naturales y en dinero, me digo. ¿Por qué no enviarán un email?

martes, 14 de febrero de 2012

Fuenteovejuna

Hace tantos años que se murió Antonio Gades que da un poco de cosa ver Fuenteovejuna en el Sadler´s Wells, tantos años han pasado y esa compañía sigue haciendo memoria de él con la última coreografía que el maestro creó... De Antonio Gades se pueden criticar algunas cosas, pero nunca su capacidad como artista coreográfico ni su conocimiento y su respeto por el folclore español. Y aquí quiero venir, porque de un tiempo a esta parte (pongamos desde la Transición) entre ambientes izquierdistas se ha venido viendo esto del folclore como algo de lo que la Democracia no ha sabido desprenderse. Por ejemplo se puede criticar el establecimiento de ayudas para la creación de la Rondalla de Mi Pueblo y contraponer este hecho con el cierre de la Biblioteca del Barrio de X.

Estamos siempre a favor de las Bibliotecas. Lo que no entendemos es ese odio que se tiene al folclore. Se puede decir que el folclore está lleno de ideas pasadas de moda, de relaciones humanas no respetuosas, no digamos con los animales, con su amor a los toros (bueno, amor al arte de matarlos en las plazas)... Pero si podemos apartar estos aspectos del pasado que convierten al folclore en un terreno para arqueólogos de la sociedad y de las relaciones humanas y del poder, lo único que nos queda es hermosura, la que Gades supo muy bien transmitir antes de ponerse fatalmente enfermo. Y lo de su comunismo..., pues lo mismo que el folclore, un elemento más que explica el pasado de un ser humano, en este caso.

Aunque hay que decir una cosa: cuando hay que pasar del folclore a lo jondo, al flamenco, Antonio Gades sabía hacerlo muy bien. Aunque parece ser que aquí le ayudó uno de los grandes: José Manuel Caballero Bonald.

viernes, 10 de febrero de 2012

Nieve

No he podido esta mañana dejar de detenerme un momento en el paseo de los arces que recorro todos los días en la bicicleta, en Hyde Park, y tirar unas fotos con la cámara que llevaba en la mochila. No sé qué tiene la nieve para que todo el mundo se embelese con ella. Yo sé que a mí me lleva a mi infancia en Suiza. A mis primeros cinco años. Quizá sea la última nieve de este invierno. Por eso me he detenido a fotografiarla. Y lo he hecho con pena.

miércoles, 8 de febrero de 2012

De concierto

Alexander se portó muy bien dadas las circunstancias: era tarde, día entre semana, y a veces Vicente Amigo se queda solo tocando la guitarra en un escenario oscuro donde lo único iluminado es su figura mágica, su rostro mirando al cielo, mientras sus dedos desgranan por soleá, una soleá muy elaborada que se pierde en frases y frases y olvida el ritmo para retomarlo luego, de pronto: es dulce, muy dulce, hasta que emerge como un torrente la violencia que yace en todos nosotros, en él también: el flamenco, como cualquier arte, ha de tener de todo un poco, en este caso la dulzura más suave y la violencia más desgarradora. Alexander se aburría, o tal vez le entraba el sueño. Pero luego, cuando aparecieron los músicos que acompañan al maestro, todo cambió: percusionistas, palmeros, cantaor y hasta un bailaor que dejó la sala boquiabierta. Encantador mi hijo, que se hizo mayor de pronto a mis ojos, y encantador, como siempre, Vicente, que comenzó hablando en inglés:  I am learning, dijo. I am very happy to be here with you. La sala se reía de lo lindo, aunque también cuando al palmero se le soltó el micrófono y no sabía cómo ponerlo de nuevo en el soporte. "Ponle un poco esparadrapo a eso". Más risas.

Fueron dos horas que se hicieron cortas. Me asombra Alexander lo mismo que me asombra Vicente. Se le ve mayor, pero sigue siendo un niño. Un niño guapo y tímido, el mismo que yo veía hace veinticinco años sentado en el césped, tocando su guitarra, en el barrio de la Fuensanta. Qué lejos y qué cerca está todo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Optimismo

El próximo martes, dios mediante, que diría mi abuela Celerina, pero con mayúscula, claro, día 7 de febrero, que se cumplen 200 años del nacimiento de Charles Dickens y 50 de nuestro amigo Pepe Camas, de Barbate, aunque nacido en La Carlota, iremos a ver y a escuchar a nuestro querido Vicente Amigo en la sala del Salder´s Wells. Ya dije que iríamos por primera vez con Alexander a un concierto de flamenco. Me tiene nervioso el acontecimiento.

Lo que más me molesta de los flamencos son sus veleidades con el mundo del toreo. Vicente Amigo es uno de ellos, como lo fue Camarón o como lo fue también Federico García Lorca: adoradores del toreo, del torero y de su cuerpo grácil, y del toro, bestia encerrada en un laberinto redondo de trapos rojos, caballos envueltos en armaduras de junco y flechas adornadas con flores de papel. Yo, amante del flamenco, de una soleá íntima y trágica, odio esas cosas de los toros: de pequeño siempre me ponía en lugar de ellos. Lo de Paquirri fue un éxito irrepetible: como lo de Manolete, que murió el año en que nacía mi madre. Viva el Islero.

Estoy de buen humor, aunque James está con fiebre y todavía no sabemos qué hacer mañana lunes, quién va a faltar al trabajo, si yo voy a mentir o Emma va a decir la verdad. Afuera todo está lleno de nieve. Posiblemente sea la última nieve que veamos en Inglaterra antes de volver a España. Al menos no hemos pasado el año sin esa presencia que este año ha tardado tanto en aparecer. Esta nevada suena a despedida, y aunque nos dé pena, estoy contento, lleno de un optimismo seguramente falso, pero qué le vamos a hacer: la vida está llena de engaños.

jueves, 26 de enero de 2012

Al azar

Con esto de no salir apenas y comprar por internet uno ya no entra en una librería ni se tropieza de pronto con lo inesperado, ese aspecto tan vital de mirar las cubiertas de los libros y que te llamen, te seduzcan, no tengas más remedio que comprarlos. Aunque no conozcas para nada a sus autores, o quizá por eso, porque nos llaman desde su anonimato y los recogemos entre las manos desde nuestra ignorancia. Pues ignorancia llamo a no haber oído ni nombrar a Hanif Kureishi, un escritor de peso habitante de esta ciudad ilimitada donde vivimos nuestros últimos meses antes de volver a España. Compré por casualidad un libro de cuentos titulado Love in a blue time que no tiene desperdicio. Lo leemos Emma y yo al mismo tiempo, nos lo quitamos, nos lo escondemos casi, ayer encontré al James dibujando en la portada con un lápiz, y el otro día sorprendí a Alexander observando la foto de la cubierta, un torso desnudo de hombre cruzando con sus brazos un pecho seguramente afligido. Impresionante literatura la de este desconocido que es, al fin y al cabo, uno de tantos pesos pesados de la literatura. Impresionante sobre todo mi ignorancia.