sábado, 2 de noviembre de 2013

Pepe Beltrán descansa en Granada

Pepe Beltrán estaba enamorado de Federico García Lorca, de su símbolo y de la imagen real que proyectó sobre las personas que lo conocieron y que después reflejaron sus impresiones en una entrevista o en un libro de investigación. Yo llevaba unos veinte años sin volver a la ciudad, y llevábamos desde mayo con unas cenizas de Pepe Beltrán que no sabíamos muy bien dónde esparcir. El Cerro Maero de Bujalance ya tiene sus cenizas desde el día después del funeral, y Comillas-Santander, como a Pepe le gustaba llamar al convento donde estudió, también albergaba sus cenizas desde que las dejaron Vito y Ana este verano. Quedaban sus últimas cenizas, las que nos habían acompañado durante los últimos meses en Collado Mediano, justamente el pueblo de la Sierra de Madrid a donde Pepe había decidido venir a recuperarse varias veces. Muchas veces he pensado en dejar sus cenizas en la Sierra del Castillo, o en la punta del Cerro del Telégrafo, desde donde se ve toda la vega del Guadarrama y también la falda del Escorial, con la, por otra parte, vergonzosa cruz del valle de los caídos...

En el entorno del día de los muertos, hemos decidido esparcir sus últimas cenizas en el Parque Federico García Lorca, en la Huerta de San Vicente. Son unos rosales que hay al Este de la casa de la familia de Federico, que es ahora un museo del poeta, muy bien guardada su memoria..., menos la de sus asesinos. Uno, paseando por la ciudad, escribiendo desde el Albaycín, muerto Federico y muerto Enrique Morente, que fue su máximo defensor en la ciudad, uno se pregunta, digo, en una ciudad tan ultracatólica, qué piensan sus habitantes sobre el asesinato de su poeta más internacional. Qué pensarán las personas de derechas de este pueblo, esos mismos seres que siguen paseando por sus calles pintarrajeados como pavos en celo, con ropas de una marca que yo siempre desconeceré, de la parte de responsabilidad que tienen sus familias en el asesinato de Lorca.

Emma dice que ellos siguen pensando igual: según ellos, Lorca era homosexual y se lo merecía. Yo sigo diciendo lo que decía hace veinte años: que Granada sigue siendo una ciudad provinciana, de derechas, a pesar de las multitudes de turistas y de los miles de estudiantes que, al fin y al cabo, son gentes que vienen y luego van, definitivamente. Lo esperable es que esta ciudad no volverá a reproducir un asesinato como el de Lorca en circunstancias similares. ¿Es realmente cierto?



Al fondo está la casa de Lorca, ¿la veis?, entre las palmeras y los rosales. Todo esto, como dicen los viejos, eran HUERTAS. Aquí está Alexander esparciendo las últimas. Pues ya sabéis, si venís a Granada, no os olvidéis de visitar también al Pepe Beltrán.