sábado, 28 de julio de 2012

La despedida

Hoy es domingo, son las seis de la mañana, me he despertado hace un rato para terminar de realizar la evaluación de uno de los módulos del máster. Afuera, aunque es de día, está todo silencioso y quieto como cuando es de noche y es invierno. Se me ocurre que ahora, cuando termine de escribir y comience a tender la ropa lavada, lo haré por penúltima vez.

Ahora, muchas cosas de las que hago las hago por última vez. Alexander va hoy a su última clase de golf con Steve, ese profesor-niño magnífico y gordo que un día, hace mucho tiempo, fue profesional. El martes llega el camión de la mudanza y todo se irá yendo poco a poco hasta quedarnos con las paredes vacías y supongo con nuestras voces resonando tristemente en los huecos que deja la ausencia de nuestras pertenencias.

La excitación de la nueva vida que nos espera, que emprendemos, no puede borrar la amargura del abuelo Paul Davey, que se está muriendo cada día en su habitación de St Christopher Hospice, al lado del precioso jardín victoriano de Crystal Palace.

Es posible que esta sea la última entrada que hago desde esta casa en la que hemos sido también felices un poco, que ha visto llegar al pequeño James cuando era tan solo una cosita minúscula a la que Alexander miraba con mucha aprensión.

Adiós.

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