sábado, 30 de junio de 2012

La última semana

Hoy es domingo, aunque para este blog sea sábado debido a esas decisiones que uno hace al principio, en los momentos de las configuraciones, de modo que el horario del blog seguramente es un horario americano de California, y yo, como casi siempre, estoy despierto a la seis de la mañana, cuando allí están cenando o tomando las copas del sábado noche.

Mañana será el último lunes que vaya a trabajar al colegio español, y esta será la última semana, y compraré el último tíquet semanal de tren. Me acuerdo que es septiembre viajé el primer día en bicicleta desde la estación de Victoria con la sensación triste de estar haciéndolo por última vez, porque era el último septiembre de mi estancia en Londres, y entonces ponía yo más tristeza o más sentimiento que ahora, que casi tengo ganas de que todo acabe, de que hayan venido los hombres de la mudanza, de que estemos ya viviendo en Collado Mediano, de que todo esté en su sitio, los niños matriculados en sus respectivas escuelas... Porque hasta enconces aún queda un trecho largo y cansado. Dentro de una semana estaré en España. Dentro de un mes estarán los señores de la mudanza. Dentro de dos meses estaremos a punto de comenzar el nuevo curso. Y esta casa que es ahora tan familiar, será una casa extraña, lejana y ajena.

miércoles, 20 de junio de 2012

Los ausentes

A veces los ausentes son más importantes que los presentes, dejando a estos últimos con una tristeza de seres abandonados. Los que se murieron, a veces, son más importantes que los que están delante, los que te cortan las uñas, los que te traen galletas a la cama de convaleciente. Los ausentes son una pantalla opaca detrás de la cual están los que te miran, pero tú no puedes verlos.

domingo, 17 de junio de 2012

Sin leer

Llevo bastante tiempo sin leer, y eso se me nota en el cuerpo. No palabras o textos, sino leer, lo que es leer a gusto un libro, sentarse uno tranquilo con un par de horas por delante. Un par de horas por delante... Llevo bastante tiempo sin leer, y eso se me nota en el cuerpo.

sábado, 16 de junio de 2012

Árboles

Cuando llegamos a esta casa lo primero que hicimos fue plantar dos árboles, uno de ellos un pino enano del norte, de crecimiento lento, y el otro... Bueno, el otro árbol no sé cómo se llama, lo encontré en la primera casa de alquiler donde vivimos en Inglaterra, en la casa de Shelley Close. El anterior dueño había instalado un curioso sistema para recoger el agua de la lluvia del tejado de la casa y del garaje, y esta iba a parar a un bidón. Si queríamos regar, siempre teníamos agua a disposición en aquel bidón de color verde. Un día me fijé y vi que salía de dentro una rama. Era una ramita en la que despuntaban las primeras hijas de la primavera, así que tiré de ella y descubrí que al final de la misma colgaban unas raíces. Incomprensiblemente, aquel ser vivo había podido nacer y crecer en un entorno acuático, sin tierra. Me quedé mirando aquella rama y me dio pena, así que la metí en una maceta.

Cuando llegamos a Maxwell Gardens planté el arbolito, cuyo nombre desconozco, aunque lo he buscado incesantemente, al fondo del jardín. Ahora, cinco años después, cuando es momento de irnos, tiene seis metros de altura. Le tengo cariño yo a este árbol sin nombre que se llena de flores blancas en primavera. Le tengo el mismo cariño que se le puede tener a un chucho callejero que uno adoptara y salvara de la mala vida de la calle y de las noches sin caricias.

El otro día vino una mujer a ver la casa (sigue en venta) y hablaba, como para sí, de cortar los árboles. Alexander puso cara de espanto y, una vez solos, hizo un discurso en inglés sobre los árboles que tenía que haber escrito. No creo que le vendamos la casa a esta arboricida, de todas formas.


viernes, 8 de junio de 2012

Uno aprende

Uno aprende viviendo y equivocándose: uno aprende haciendo, de la práctica, viviendo, creando, tomando decisiones. Muchos escritores tuvieron que decir, una vez terminada la universidad o los doctorados, que la mejor escuela fue la calle. Hombre, la calle la calle no, es un decir, un poner, que diría mi abuela: la calle significa lo manipulativo y lo implicativo, lo que es real, de donde uno aprende, vaya.

Sin embargo todavía hay mucho profesor que piensa que aprender, lo que es aprender, es aprender de memoria. También repitiendo. Repitiendo muchas veces la misma cosa: por ejemplo multiplicaciones o divisiones, mapas, frases ridículas.

Yo he oído a este profesor decir que el sistema español, por contraposición al sistema británico de enseñanza, es mucho mejor, sin comparación. Los niños ingleses no aprenden las tablas de multiplicar, no llevan cientos de horas de tareas para casa cada día, y solo hacen proyectitos de investigación sobre romanos o sajones, y se visten de griegos cada dos por tres, y llevan comidas del mundo a los colegios, y andan siempre tonteando.

Y así, tonteando tonteando, la comparación de los dos sistemas queda como sigue:

Nobel de física: España 0, Reino Unido 21,5.
Nobel de química: España 0, Reino Unido 25.
Nobel de medicina: España 1,5, Reino Unido 28.
Nobel de economia: España 0, Reino Unido 6.
Literatura: España 6, Reino Unido 11.

Investigar

Ahora el gobierno va a reducir gasto en la investigación y el desarrollo, esa parte que a los españoles les gusta tanto reducir, total, para qué vamos a investigar si ya está todo investigado, o para qué vamos a descubrir nada nuevo si ya está todo descubierto, sobre todo América, y eso lo hicimos nosotros, los españoles, los de la raza española-española, los de la verdad. Es como eso de para qué vamos a ir a ningún lado si en ningún sitio se puede estar mejor que en mi pueblo.

Todo el mundo sabe que si un país investiga, genera riqueza. Que se lo digan a los alemanes, o a los ingleses. Solo basta mirar los premios Nobel de medicina, química, física... En los primeros puestos están siempre los americanos, los alemanes, los ingleses y los franceses. Esos que no escatiman en gasto en investigación, esos que cada año lo potencian. Pues nada, nosotros, los españoles, como siempre, en dirección contraria. Y con orgullo. Con la cabeza alta.

Eso sí, el presidente (da igual que fuera este o fuera el otro, lo hacen todos) a despedir a la selección española de fútbol (que si España lo que necesita es una alegría...) para decirles que ganen, por dios, que ganen la Eurocopa al menos. Si no ganamos los Nobel, por lo menos que ganemos algo. Pero ganar, lo que es ganar, los españoles no ganan ni un sueldo digno. Muchos no ganan ni para comer.

Pobre país de paletos. Viva España.

sábado, 2 de junio de 2012

Banderas

La ciudad se ha ido engalanando de banderas, grandes, medianas, pequeñas, de tela o de plástico, de papel, colgadas a una cuerda, triangulares, vistosas, enormes, colgando de edificios y balcones, de los techos de las estaciones de tren, como en la de Victoria Station: ¿fue esta semana cuando al bajarme del tren y al ir andando a buscar la bici en el andén número ocho se me fue la mirada hacia arriba y casi me asusté al ver las banderas, marcialmente alineadas, colgando del techo, movidas por esa brisa que siempre corre en el interior de los edificios enormes?, y luego, en Portobello Road, me extrañó sorprender entre la miseria de los barrenderos y la mugre de los últimos borrachos de la noche (uno nunca sabrá si están empezando el día o acabando la noche anterior) las serpentinas de banderitas a todo lo largo de la calle más atractiva de Londres si es sábado y eres un turista español.

Incluso nuestra querida vecina ha engalanado su casa de banderas. Nuestra querida K., con los niños, que tanto tiempo pasan juntos. Se me cayó el alma a los pies, pero luego, en un intento de comprensión antropológica, me dije que no, que tal vez estas cosas les pasaban a los ingleses por ser ingleses, así que como mi mujer es inglesa y estábamos en la cocina (con la ventana abierta oíamos las indicaciones de K. y de su marido M. colgando las banderas alrededor de la casa, de las tejas) le dije, con sorna, que se nos había olvidado comprar banderitas. "Todavía tenemos tiempo", me respondió. Y al ver mi cara de espanto: "only jocking, man", y luego las risas (de alivio).

El próximo domingo, o sea, mañana, habrá fiestas por las calles de los pueblos, calles cortadas, y se extenderá por el país una borrachera gubernamentalmente promovida para celebrar los sesenta años de monarquía de la reina Isabel II. Vistas las banderas y lo que la gente dice, no tengo más remedio que pensar que este país es muy monárquico. Con la excepción de mi esposa, claro.