domingo, 29 de mayo de 2011

País de atletas

Me hubieran preguntado hace unos años y habría dibujado en mi rostro mi sonrisa irónica antes de declarar cualquier barbaridad despectiva sobre estas personas que gustan de correr por gusto, hasta casi la extenuación. Ese tesón del que me hubiera reído hace tiempo (porque no era, según mi punto de vista de entonces, artístico, ni inteligente) es el mismo que necesita un escritor para terminar una novela. Lo dice John Gardner en The art of fiction, y el símil me parece ahora certero, no hace años, que lo habría considerado de mal gusto. Porque nada estaba más alejado de la literatura que el atletismo o el deporte.

Algunos días que termino pronto y paso por Hyde Park a mediodía me cruzo en bicicleta con decenas de personas que a la hora del almuerzo se dedican a correr. Son mujeres y hombres, jóvenes y maduros, incluso muy mayores, corriendo con una cabezonería que sobrepasa el cansancio, recordando, aun sin saberlo, a aquel Pheidippides de Eucles que recorrió los 40 kilómetros entre Atenas y Maratón para susurrar su mensaje: "nike, nike", y caer fulminado por el cansancio. En grupos o en solitario, cada uno a su ritmo, algunos oyendo música en ipods, concentrados en su propia respiración, en las zancadas amplias o en los pasos rendidos.

Es una imagen que también vemos a la mañana: gente corriendo, ciclistas, atletas preparándose para uno no sabe qué acontecimiento futuro, tal vez el maratón de Londres, que cada año llena las calles de la ciudad con miles de personas. Es entonces cuando uno se da cuenta de que este país es un país de atletas. En las últimas olimpiadas Reino Unido fue, como casi siempre, el primer país europeo en el medallero y el cuarto mundial, tan solo por detrás de Rusia, China y EEUU.

Para mí solo es ahora cuando estoy a la altura de percibir la belleza que se encuentra en un cuerpo humano cuando corre o salta, concentrado al cien por cien en la actividad física que realiza, del mismo modo que en una buena novela, resultado de días y meses y años de trabajo continuado como el del corredor de fondo. Liberado del prejucio que dirigía mis sentimientos y mis percepciones, también solo es ahora cuando puedo disfrutar de un rato a la mañana haciendo jogging por medio del campo, por los caminos embarrados, junto a vacas o caballos, que es lo que hago en Somerset, cuando vamos a pasar unos días a la casa de mis suegros. Nos vamos el martes.


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