jueves, 5 de mayo de 2011

Ciudades

Ahora que lo pienso, mi relación con las grandes ciudades siempre ha sido distante, y he preferido verlas desde la tranquilidad o la seguridad que da la cercanía de lo rural, la vista de los trigales, de los campos recién arados en invierno. En Madrid me quedé a vivir en Leganés, que aunque no tenga mucho de rural, sí que se veía, si uno ponía atención a esas cosas, las llanuras de trigo que algún agricultor continuaba cultivando a pesar de la presión de la ciudad, que avanzaba con la determinación o la extraña fe de los carros de combate. En Londres vivimos a las afueras, en Orpington, un pueblecito rural aún, la verdad, pues a dos minutos podemos perdernos entre campos de cultivo, granjas ecológicas y riachuelos que corren y serpentean por vallecillos donde pastan unos terneros cuya vida, aunque corta, puede resultar envidiable. Uno llega a la gran ciudad diariamente, tras un corto viaje en tren, mientras lee un libro o el periódico del día. Los trenes, que son muy cómodos en Reino Unido, y tienen servicios cada cuatro vagones, dan la impresión de viaje largo, de cierta aventura diaria. Ya después, cuando el tren llega a la estación de Victoria y un mar de personas camina de pronto con prisa, introducida en el ritmo impetuoso y virulento de la gran ciudad, uno ya es urbano de nuevo. Recojo la bicicleta aparcada en el andén número ocho y me introduzco en el río de tráfico que me lleva desde Grosvernor Place a Hyde Park, para después, atravesando Bayswater Road y Notting Hill Gate, bajar por Portobello Road. Lo poco de rural que traía se me ha ido evaporando con el viento que me desordena el pelo, aunque Portobello tenga mucho de calle de pueblo, sobre todo a esas horas de la mañana.





1 comentario:

  1. Hola Rafael. Ya te dije que me encanta leer este Blog, me transporta a Londres y sus calles... Gracias

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